LA CULPA

Alejandra Stamateas

¿Sabías que en la vida debemos poner límites?
Un límite es la frontera que te distingue como un ser independiente de los demás.
Querida mujer, es importante que sepas que existen los límites, que deben ponerse con seguridad y que es nuestro derecho decidir hacerlo.
Cuando pones un límite estás diciendo a los demás la manera en la que quieres que te traten.
Veamos cómo hacerlo.



Existen dos tipos de límites: los físicos y los emocionales.
Al poner límites, tanto física como emocionalmente, no hay que ser antipática o de mal carácter, se puede hacer con amor y con una sonrisa.
Tenemos derecho a decidir cuánta información personal queremos dar, pero si no queremos, no tenemos por qué hacerlo. Debes ser una mujer de fronteras fuertes, determinada y bien definida. Por lo tanto, querida mujer, poner límites es cuidarse.

Los límites se desarrollan en la infancia. En una familia sana le enseñan a los hijos que son únicos, individuales, que cada uno tiene sus gustos y preferencias y de esa manera comienzan a descubrir cuáles son sus límites. Pero si no se los trató como seres diferentes, ni hubo afectos cercanos, será muy difícil, con el avance de las edades, ponerle esos límites.
Anímate a poner límites y siempre con seguridad y sin culpa. Incorpora el hábito de decir con libertad:

- “No me digas más esto”
- “No me gusta”
- “No quiero que me trates de esta manera”
- “No quiero hacerlo porque no me gusta”
- “No te acerques tanto a mí, este es mi espacio y lo estás invadiendo”

Pedir lo que nos pertenece nos cuesta mucho, nos produce culpa y nos hace sentir incómodas. Pero no hay por qué sentirse así.
Debemos saber qué decir, a quién decirlo y cuándo, no ser una histérica con mal carácter.
No tenemos porqué soportar todo porque tenemos miedo de hablar o culpa.

Recuerda siempre que el límite se pone al principio, se respeta y se sostiene porque sino costará más. No respondamos a todo “sí” porque luego será difícil colocar el límite.

Tenemos la capacidad de avanzar porque decidimos quiénes entran en nuestra vida, pero podemos retroceder y elegir a quiénes no queremos que estén.
La mujer culpógena no tiene definido el modelo de mujer que desea ser y en vez de imitar y copiar el tipo de madre y esposa que admira, repite el modelo de sus generaciones pasadas mezclando las costumbres de su abuela, de su madre y lo que ella misma hace, no teniendo en claro qué modelo es en realidad.

No sabemos qué tipo de mujer queremos o debemos ser, pero no copiemos el modelo de nadie porque somos únicas.
¡Eres único modelo!

Debemos determinarnos, estar convencidas y saber qué queremos y hacia dónde vamos.

¡Vamos!
Decidiste vivir y no morir, determina qué debes cambiar en tu vida para que sea agradable, basta de cargar con culpas, de pensar “lo digo o no lo digo”, “lo hago o no lo hago”, ¡basta de dar vueltas!
Da un corte a esas fábulas mentales que tienes.

La mujer que se determina soltará poder.

Por años las mujeres hemos sido muy obedientes, buenas, simpáticas con todo el mundo, tratando de buscar la paz a cualquier precio.

Pero ahora es el momento de determinarte y enfocarte en tus sueños.

Si tenemos claro hacia dónde vamos, sabremos qué límites pondremos y a quién. Pon límites para que nadie más te lastime.
No hagas nada para agradar al otro porque te frustrarás y él te dominará.
¡Basta de agradar a los demás!
Hay un sueño en tu corazón. No te distraigas en el de los demás.

Determínate, querida mujer, y recuerda cada día aquello por lo que estás luchando desde hace tiempo y tu propio modelo de mujer que te llevará a ser lo que quieres y no lo que los demás esperan.