Carta para los padres de hijos abusados sexualmente
EVOLUCION Y CAMBIO :: Sanación de abuso sexual :: Material para brindar apoyo , comprensión , prevención y solidarización con los sobrevivientes y familiares
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Carta para los padres de hijos abusados sexualmente
Entiendo que estos temas te incomodan, más aún porque crees que es posible que le pase a otro y no a ti. Consideras que una violación o agresión sexual dentro de tu propia casa es una locura.
Pero debes quitarte la venda de los ojos para que a tu hijo o a tu hija no le pase lo que me pasó a mí. Yo sufrí mucho en silencio, incluso aún lo hago. Nunca pude contárselo a nadie de mi núcleo familiar por miedo a ser juzgada, a que pensaran que era mi culpa y que yo me lo había buscado.
Lo primero que tienes que saber es que si ya pasó, si a tu hija o a tu hijo ya lo tocaron o lo besaron sin su consentimiento, hay que actuar. Debes salir directo a denunciar al depravado o depravada ante la Policía o ante la Fiscalía; no sientas vergüenza ni pienses que fuiste un mal padre. Son episodios que se pudieron evitar, sí, pero que finalmente pasaron y el daño ya está hecho.
Si tu hijo no te contó y te sientes engañado, no lo culpes. Una niña o un niño no mienten porque sí, no engañan o simplemente guardan silencio por convicción; seguramente, fue empujado a hacerlo. Tal vez tú no lo sepas porque él o ella lo callaron, pero es probable que haya recibido amenazas de muerte. Pudieron decirle que si hablaba los mataría a ustedes o le quitaría la vida a él. También pudo creer, como me pasó a mí, que los besos malintencionados, las ‘tocaditas’ o las prácticas aberrantes a las que fue sometido eran su culpa y, al principio, solo un juego. O quizás solo quiso conservar a su familia, pues a pesar de tener 6,7, 8, 9 o 10 años –en mi caso fueron 8-, sabía que, de contar, esta se iban a destruir.
Intenta ponerte en sus zapatos. Eres un niño que no miden más de 1,20 metros de estatura; en el colegio, rezas para que las horas sean más largas, para que en la casa no te dejen solo con el abusador ni un par de minutos, para que no te toque, para que no te bese; para que alguien note lo que está pasando y simplemente te proteja, sin contárselo a nadie.
Llegando a la casa, te pones nervioso, te sudan las manos y sientes repulsión a su olor. Él te lleva algún lugar para que no lo descubran. Allí te besa tus partes íntimas. Todos los días, por semanas, meses o años…
¿Qué sentiste? ¿Asco? Imagínate lo que pudo sentir tu hijo, lo que sentí yo, que somos solo víctimas.
Aunque no debes pensar que eres culpable, sí tuviste algo de responsabilidad. Algo falló, y debes preguntarte qué fue.
Seguramente le confiaste tu hijo a otro, a un extraño o a un familiar, a cualquiera, pese a que esa tarea que era exclusivamente tuya. También pudo pasar que tu hijo te lo haya dicho y tú no le hubieras hecho caso.
Créeme, los abusos sexuales puede cometerlos cualquiera, desde el papá biológico hasta el vecino, y si no estás pendiente el delito se comete con más facilidad. Nunca debiste dejar a tu niño en manos de cualquiera; nunca debiste pensar que esa persona no sería capaz de hacerle daño. Como están las cosas, cualquiera puede tocarlo, luego besarlo y luego… lo inimaginable.
Para completar, seguramente no te ganaste su confianza. Ganársela toma tiempo. No se consigue con gritos ni amenazas, se obtiene con amor y paciencia.
No es difícil blindar a tus hijos de esas agresiones. Basta con pasar momentos juntos, hablarle con sinceridad, vivir en un lugar donde no haya hacinamiento, donde no duerman unos sobre otros, donde tu hijo crezca en un ambiente sano, donde no haya peleas ni maltrato.
Si te enteraste de que fue violentado, solo apóyalo, háblale. Si por el contrario tienes dudas de que actualmente lo sea o incluso todavía eres de los que piensan que eso le pasa a cualquiera pero no a tu hijo, cuya vida es perfecta, llévalo a un lugar apartado, donde nadie más los escuche. Háblale con el corazón, pregúntale y prométele que le guardarás su secreto, así no sea verdad y vayas casi que de inmediato a denunciar.
En unos años, si no es ya, tu hijo te lo agradecerá.
Con sentimiento, una víctima de abuso sexual que no quiere que su historia se repita.
ALEJANDRA P. SERRANO GUZMÁN
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Pero debes quitarte la venda de los ojos para que a tu hijo o a tu hija no le pase lo que me pasó a mí. Yo sufrí mucho en silencio, incluso aún lo hago. Nunca pude contárselo a nadie de mi núcleo familiar por miedo a ser juzgada, a que pensaran que era mi culpa y que yo me lo había buscado.
Lo primero que tienes que saber es que si ya pasó, si a tu hija o a tu hijo ya lo tocaron o lo besaron sin su consentimiento, hay que actuar. Debes salir directo a denunciar al depravado o depravada ante la Policía o ante la Fiscalía; no sientas vergüenza ni pienses que fuiste un mal padre. Son episodios que se pudieron evitar, sí, pero que finalmente pasaron y el daño ya está hecho.
Si tu hijo no te contó y te sientes engañado, no lo culpes. Una niña o un niño no mienten porque sí, no engañan o simplemente guardan silencio por convicción; seguramente, fue empujado a hacerlo. Tal vez tú no lo sepas porque él o ella lo callaron, pero es probable que haya recibido amenazas de muerte. Pudieron decirle que si hablaba los mataría a ustedes o le quitaría la vida a él. También pudo creer, como me pasó a mí, que los besos malintencionados, las ‘tocaditas’ o las prácticas aberrantes a las que fue sometido eran su culpa y, al principio, solo un juego. O quizás solo quiso conservar a su familia, pues a pesar de tener 6,7, 8, 9 o 10 años –en mi caso fueron 8-, sabía que, de contar, esta se iban a destruir.
Intenta ponerte en sus zapatos. Eres un niño que no miden más de 1,20 metros de estatura; en el colegio, rezas para que las horas sean más largas, para que en la casa no te dejen solo con el abusador ni un par de minutos, para que no te toque, para que no te bese; para que alguien note lo que está pasando y simplemente te proteja, sin contárselo a nadie.
Llegando a la casa, te pones nervioso, te sudan las manos y sientes repulsión a su olor. Él te lleva algún lugar para que no lo descubran. Allí te besa tus partes íntimas. Todos los días, por semanas, meses o años…
¿Qué sentiste? ¿Asco? Imagínate lo que pudo sentir tu hijo, lo que sentí yo, que somos solo víctimas.
Aunque no debes pensar que eres culpable, sí tuviste algo de responsabilidad. Algo falló, y debes preguntarte qué fue.
Seguramente le confiaste tu hijo a otro, a un extraño o a un familiar, a cualquiera, pese a que esa tarea que era exclusivamente tuya. También pudo pasar que tu hijo te lo haya dicho y tú no le hubieras hecho caso.
Créeme, los abusos sexuales puede cometerlos cualquiera, desde el papá biológico hasta el vecino, y si no estás pendiente el delito se comete con más facilidad. Nunca debiste dejar a tu niño en manos de cualquiera; nunca debiste pensar que esa persona no sería capaz de hacerle daño. Como están las cosas, cualquiera puede tocarlo, luego besarlo y luego… lo inimaginable.
Para completar, seguramente no te ganaste su confianza. Ganársela toma tiempo. No se consigue con gritos ni amenazas, se obtiene con amor y paciencia.
No es difícil blindar a tus hijos de esas agresiones. Basta con pasar momentos juntos, hablarle con sinceridad, vivir en un lugar donde no haya hacinamiento, donde no duerman unos sobre otros, donde tu hijo crezca en un ambiente sano, donde no haya peleas ni maltrato.
Si te enteraste de que fue violentado, solo apóyalo, háblale. Si por el contrario tienes dudas de que actualmente lo sea o incluso todavía eres de los que piensan que eso le pasa a cualquiera pero no a tu hijo, cuya vida es perfecta, llévalo a un lugar apartado, donde nadie más los escuche. Háblale con el corazón, pregúntale y prométele que le guardarás su secreto, así no sea verdad y vayas casi que de inmediato a denunciar.
En unos años, si no es ya, tu hijo te lo agradecerá.
Con sentimiento, una víctima de abuso sexual que no quiere que su historia se repita.
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