... EL RIO DE LA VIDA ...

Amado Hilarión

El ser humano es como un rio cuya corriente debe
mantenerse limpia y clara. Ahí está su mayor responsabilidad, por el
regalo de vida contenido en el fluir continuo desde la fuente-origen; su
Divina Presencia. Cuando no cuida de mantener el agua limpia sino que
más aún la contamina con desechos tóxicos, se manifiestan bloqueos,
estancamientos lo cual paraliza el natural recorrido de la sangre, la
enturbia más y se producen enfermedades.

Los Maestros
Ascendidos llamas a los seres humanos “corrientes de vida”, porque no
son sino energía en acción con todos los atributos que la vida ofrece.
El fluir de la energía vital debe ser siempre armonioso, pues desajustar
el equilibrio natural es la causa de toda clases de dolencias. Cuando
alguien teme, grita, se violenta y enfurece, rompe ese delicado
equilibrio mental-emocional y la armonía se altera; por lo tanto, algo
malo se puede colar en el cuerpo físico que cobijará el germen de la
enfermedad indeseada; pero uno mismo es quien atrae esa causa y le da
entrada. Las drogas, el alcohol, las malas costumbres son puertas
abiertas hacia la destrucción del propio cuerpo-templo. ¿Quién tiene la
culpa de ello sino uno mismo?

Es preciso adquirir valor, fuerza
de voluntad para liberarse de esos lastres inútiles, egrégores de
vampirismo y dependencia. Sepan que el cuerpo humano tiene una
resistencia increíble y aguanta mucho, pero llega un momento en que se
desarmoniza por demasiado abuso cometido. Entonces, ¿Por qué clamar?
Sólo cabe aceptar lo que fue generado.

El mal uso de la energía
vital es tan grave fuente de enfermedad pues ahí está el Poder Creador,
regalo magnífico convertido en basura por degeneración personal y abuso
ignorante acerca de tan gran responsabilidad. También saben que
rectificar es de sabios y que se precisa aprender de los propios
errores; por lo tanto, siempre resulta posible comenzar de nuevo en una
vida mejor, elevarse en conciencia. La personalidad es quien se equivoca
y debe aprender. Por ellos se presentan muchas oportunidades a quien
reconoce sus errores.


De: Hermana Estrella